martes, 31 de marzo de 2020

LOS GÉRMENES SON UNA CONSECUENCIA, NO LA CAUSA DE LA ENFERMEDAD


   EL ORIGEN DE LOS GÉRMENES

   por el Dr.Patrick Quanten, Doctor en Medicina.

El físico, Beverly Rubik Ph.D., Director del Centro de Ciencias de Vanguardia (Frontier Sciences), de la Universidad de Temple, en Filadelfia, escribió: Quizás el mayor obstáculo que los científicos de vanguardia no están preparados para afrontar, pero que inevitablemente deben hacer, es el político, la tendencia de los sistemas humanos de resistirse al cambio, de resistirse al impacto de los nuevos descubrimientos, especialmente de los que desafían el status quo del estamento científico.
La "Ciencia" se ha institucionalizado y se halla ampliamente controlada por una comunidad institucionalizada que gobierna y se automantiene... 
En los últimos tiempos se ha registrado un empobrecimiento de perspectivas que ha dado como resultado un creciente dogmatismo, un cientificismo dogmático. Existe una arrogancia que roza la adoración en relación a los conceptos y modelos científicos contemporáneos... enseñados en nuestras academias de forma embotadora que sirve sólo para que el dogma se perpetúe... 
Curiosamente, el estamento científico contemporáneo ha asumido el comportamiento de uno de sus antiguos opresores: la iglesia. Los sacerdotes de bata blanca trabajan en laboratorios de acero y cristal similares a catedrales, regulados por obispos y cardenales que mantienen la ortodoxia a través de la corriente principal de revisión de pares ( peer review). 
Esta infortunada situación dentro del estamento científico, aunque se agrava a marchas forzadas, siempre ha sido una característica propia. Las nuevas ideas son rápidamente desestimadas y ridiculizadas, y sus partidarios perseguidos y procesados. Sin embargo, sólo podemos evolucionar y crecer con una mejor comprensión de la naturaleza, y de cómo funciona a través de la introducción de nuevos descubrimientos. Nos frena una forma de democracia en la que la mayoría decide qué es correcto y qué no lo es, muy a menudo sin siquiera querer examinar la evidencia que se les presenta. El argumento principal exhibido es: No puede ser correcto porque nadie ha dicho nada similar con anterioridad! Pues bien, muy a menudo una pequeña excursión al pasado revela que alguien, en algún lugar, realmente lo había mencionado. 
Para ilustrarlo, tomemos la teoría de los gérmenes. Siglo 19 Louis Pasteur alcanzó fama por su demostración de que las bacterias eran las causantes de las enfermedades. Dado que estos gérmenes se encontraron en tejidos enfermos y en tejidos sanos, postuló que invadían el sistema desde el exterior. El estamento médico lo aceptó, y se dispuso a encontrar maneras de matar a esos invasores, objetivo que a día de hoy todavía persigue, la mayoría de las veces sin éxito. En su lecho de muerte, se dice que Louis Pasteur, refiriéndose a las ideas del eminente fisiólogo francés Claude Bernard, exclamó: Bernard tiene razón... el terreno lo es todo! Los microbios no son nada! Claude Bernard defendía la idea de que el terreno era mucho más importante que los gérmenes en el desencadenamiento de la enfermedad. Esto partía del trabajo de un contemporáneo de Pasteur, llamado Antoine Béchamp. 

Béchamp trabajó primero en Estrasburgo, como profesor de física y toxicología en la Escuela Secundaria de Farmacia, luego como profesor de Química Médica en la Universidad de Montpellier, y posteriormente, como profesor de Bioquímica y Decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Lille, todas en Francia. Mientras trabajaba en los problemas de la fermentación (la ruptura de moléculas complejas en compuestos orgánicos, a través de un fermento ), a Béchamp le pareció ver en su microscopio un montón de corpúsculos en sus soluciones de fermentación. Antes incluso de la época de Béchamp, otros investigadores habían observado lo que denominaron corpúsculos relucientes, o granulaciones moleculares, pero lo dejaron a un lado como inexplicable. Fue Béchamp quien, capaz de atribuirles reacciones enzimáticas fuertes, se sintió inducido a acuñar una nueva palabra para describirlos: microzimas, o fermentos diminutos. Entre las muchas peculiares características de esos fermentos una mostraba que los microzimas se hallaban presentes en abundancia en el carbonato de calcio natural, conocido habitualmente como caliza (tiza), mientras que no existían en el carbonato de calcio químicamente puro, fabricado artificialmente en laboratorio. Ésta era la explicación de que la caliza pudiera invertir con facilidad las soluciones de azúcar de caña, en tanto que el carbonato de calcio puro no podía. En otras palabras, aunque químicamente el carbonato de calcio artificial puro sea exactamente lo mismo que el carbonato de calcio natural, sólo este último tiene una vida que le permite interactuar con su entorno. Con este conocimiento se hace fácil explicar porqué la vitamina C natural tiene muchas propiedades que estimulan la salud, que los investigadores no han sido capaces de reproducir en sus experimentos, porque ellos utilizaron la vitamina C fabricada artificialmente. Una vez más indicación clara de que las impurezas dentro de la sustancia son esenciales para su función en la naturaleza. Béchamp siguió estudiando los microzimas localizados en los cuerpos de los animales y llegó a la sorprendente conclusión de que las diminutas formas eran más básicas para la vida que las células, consideradas desde hacía tiempo como los bloques de construcción de toda materia viva. Béchamp pensó que los microzimas eran elementos fundamentales responsables de la actividad de células, tejidos y órganos. En realidad, de los organismos vivos al completo, desde las bacterias a las ballenas, y cómo no, de los seres humanos. Incluso los encontró presentes en los huevos fertilizados, donde eran los responsables del desarrollo posterior de los huevos mientras ellos mismos experimentaban cambios significativos. Lo más increíble para Béchamp fue el hecho de que cuando ocurría algún acontecimiento suficientemente grave como para afectar a todo un organismo, perturbando el equilibro natural, los microzimas dentro de ese organismo empezaban a trabajar para desintegrar totalmente al organismo, convirtiéndose a sí mismos en bacterias y en otros microbios, mientras a la vez seguían sobreviviendo. Como prueba de tal supervivencia, Béchamp los encontró en la tierra, los pantanos, el hollín de la chimenea, el polvo de la calle, incluso en el aire y el agua. Esos elementos básicos y aparentemente eternos de los que estamos compuestos tanto nosotros como nuestros parientes los animales, sobreviven a los restos de las células vivientes de nuestros cuerpos. Tan aparentemente indestructibles eran los microzimas que Béchamp los pudo encontrar incluso en piedras calizas con una antigüedad de 60 millones de años. Han de ser considerados las semillas de la vida. Demostró en su laboratorio que, utilizando diferentes soluciones como medio, podía hacer crecer series de gérmenes totalmente diferentes. En 1866 envió a la Academia de Ciencia una memoria titulada El papel de la tiza en la fermentaciones butírica y láctica y el organismo vivo contenido en ella.
A pesar del hecho de que todas las soluciones habían sido mantenidas en las mismas condiciones de esterilidad. Estaba convencido de que los gérmenes no podían haber venido de una fuente exterior sino que habían tenido que originarse dentro de cada propia solución. Los microzimas, que son las mismas estructuras básicas para toda la materia viviente, se transformaban a sí mismas mediante la estimulación de los diversos terrenos de cultivo en los que vivían, en diferentes formas de vida (en esos experimentos, en gérmenes), correspondiendo al contenido de la propia solución. Demostró también claramente que un tipo de bacteria se desarrollaría espontáneamente en otro tipo [de bacteria] dado un cambio en las condiciones medioambientales. Así es como se vio que la bacteria de la difteria se transformaba en un coco. Eso es algo imposible en la bacteriología de Pasteur! La controversia entre estos dos puntos de vista científicos queda fácilmente zanjada cuando examinamos los informes que estos dos investigadores sometieron a la Academia de Ciencias Francesa. Lleva a tres indiscutibles y sorprendentes conclusiones: 
1. Los informes de los experimentos de Pasteur y sus consecuentes deducciones son todos posteriores a los de Béchamp, en algunos casos con diferencia de varios años. Cuando Pasteur proclamó haber encontrado la respuesta a la cuestión resulta que Béchamp ya había respondido esa cuestión con claridad. 
2. La calidad del control en los experimentos de Pasteur fue muy pobre, permitiéndose incontables interferencias, cosa que invariablemente ha sido ignorado, incluso cuando fue señalado por sus colegas. Por el contrario, parece que Béchamp tenía un enfoque más rígido y estructurado a sus experimentos, lo que le permitía responder a sus contemporáneos con más claridad. 
3. Las deducciones que Pasteur hizo a partir de sus experimentos a menudo sobrepasaban el alcance del experimento real, y resultaban ser mucho más especulación que ciencia. En consecuencia, Pasteur fue pillado en varias ocasiones cambiando su interpretación y declaraciones según conviniera a su causa. Béchamp nunca realizó una afirmación que no hubiera corroborado con sólidas pruebas científicas. La razón por la que Béchamp fue mayoritariamente ignorado y Pasteur fue elevado a la categoría de héroe debemos buscarla en la diferencia de personalidades, y la tentación del éxito comercial. Hoy en día nada ha cambiado, todavía seguimos ignorando los hechos y cifras, y seguimos buscando al invasor exterior para echarle la culpa de la enfermedad. Cuando surgió este dogma no sólo tuvimos la oportunidad perfecta para refutarlo de una vez por todas, sino que desde entonces la experiencia personal, así como los datos y cifras de los efectos de tratamientos basados en este dogma, han demostrado una y otra vez la nulidad del propio sistema. 
Sin embargo, impulsados por las recompensas comerciales y sociales, seguimos ignorando la realidad y rehusamos cuestionar, en verdaderos términos científicos, los fundamentos sobre los que se basa nuestra opinión sobre la enfermedad. Ha sido generalmente aceptado, incluso en tiempos de Pasteur, que para que un microorganismo específico fuera responsable de una enfermedad específica, debían cumplirse las siguientes condiciones: - El organismo debía encontrarse en todos y cada uno de los casos de la enfermedad. - El organismo no podía ser encontrado en ninguna otra enfermedad, o en ausencia de enfermedad. - El organismo debía poder ser aislado del tejido enfermo en un medio de cultivo puro. - Inyectado en un sistema sano, el organismo crecido en un medio de cultivo, siempre debía producir de nuevo la enfermedad.  Los cocos son bacterias que tienen forma esférica. 
Esas condiciones nunca se han cumplido en ninguna enfermedad infecciosa conocida! Ni ahora ni en los tiempos de Pasteur, como muchas quejas y argumentos de sus colegas científicos atestiguan. Y hay más!
Microscopio Universal 
En febrero de 1944, el Instituto Franklin de Filadelfia (EE.UU.) publicaba el artículo: The New Microscopes (Los nuevos microscopios), en su prestigiosa revista dedicada a la ciencia aplicada. El artículo incluía una larga disertación acerca del microscopio universal, creación de un autodidacta de San Diego, . Este microscopio, desarrollado en los años 1920, superaba la gran desventaja del microscopio electrónico, que acababa de ser sacado al mercado por Radio Corporation of America (RCA), porque en el microscopio electrónico los diminutos organismos vivientes se colocan en el vacío, y están sujetos a cambios protoplasmáticos inducidos por un bombardeo de electrones, por lo que es ineficaz para revelar a los especímenes en su estado de vida natural. 

El microscopio Rife presenta varias características llamativas, la más importante de ellas siendo el cristal de cuarzo de que está compuesto todo el sistema, totalmente inmejorable así como la unidad de iluminación, y la extraordinaria resolución que consigue. Con un poder de resolución de diámetros -en contraposición a los de los microscopios al uso en aquellos tiempos, y por lo menos el doble de magnificación disponible con las mejores soluciones que se utilizan en la actualidad, el aparato de Rife podía enfocar sobre cinco líneas de una parrilla estandarizada, mientras que un microscopio ordinario no puede hacer más que examinar cincuenta líneas, y eso con una considerable aberración. Rife sostenía que podía seleccionar una frecuencia o frecuencias específicas de luz, que se coordinaba y resonaba con los propios constituyentes químicos del espécimen, de manera que un espécimen determinado emitiera su propia luz de color y característica únicas. De esta manera se podían identificar con facilidad los especímenes. Con su invento, Rife era capaz de mirar los organismos vivos. Lo que vio le convenció de que los gérmenes no podían ser la causa sino el resultado de la enfermedad; y que dependiendo de su estado, el cuerpo podía convertir a una inofensiva bacteria en un patógeno letal; que ese patógeno podía ser eliminado instantáneamente, cada uno a través de una frecuencia específica de luz; y que las células, contempladas como irreducibles bloques de construcción de materia viviente, son en realidad compuestos de células más pequeñas, que a su vez se componen de células incluso más pequeñas, proceso que se continúa en una magnificación cada vez más elevada hasta el estadio dieciséis, estadio por estadio del viaje más allá de lo micro. Miles de fotografías y centenares de metraje de película se tomaron para revelar estos hechos. De nuevo, como sucedió con Béchamp, la utilización de un equipo mejor, y la aceptación de lo que se observaba, a pesar de que contradecía el conocimiento científico establecido, condujo a un descubrimiento significativo. Rife no sólo describió lo que veía, en lugar de tener que adivinar lo que creía que era verdadero, sino que documentó cada paso de su descubrimiento con fotografías y película en movimiento. Sus contemporáneos decidieron que era imposible ver a esos diminutos organismos.
-Puesto que no tenían la tecnología. El resultado final es que ni vosotros ni yo habíamos oído siquiera hablar de Rife ni de su microscopio. Además, se nos ha dicho que su microscopio, junto con la mayoría de sus escritos científicos y evidencias, fueron destruidos. Sin embargo recientemente algo de ello ha sido recuperado pero, desgraciadamente, en un estado lamentable. Hasta la fecha nadie ha conseguido reproducir con exactitud el microscopio de Rife, puesto que nunca se han encontrado los detalles específicos. La consecuencia del descubrimiento de Rife es que las células no son los bloques de construcción básicos de la vida, como cree la profesión médica; y que las bacterias se originan en el interior del tejido enfermo, y no, como cree la profesión, invadiendo al sistema desde el exterior. Gaston Naessens Gaston Naessens fue un biólogo nacido en Francia, que vivió y trabajó durante muchos años en Quebec (Canadá). Inventó un microscopio allá por los años 1950, desconociendo la invención y trabajos de Rife, capaz de visionar entidades vivientes mucho más pequeñas de lo que se podía ver con los microscopios de luz que existían. Con su excepcional instrumento, Naessens consiguió descubrir en la sangre de los animales y de los seres humanos, así como en la savia de las plantas, una hasta la fecha desconocida forma microscópica, ultramicroscópica, organismo viviente subcelular y con capacidad de reproducirse, a la que bautizó como somátide. Esta partícula podía ser cultivada -hacerla crecer- fuera de los cuerpos de su anfitrión. Y, cosa suficientemente extraña, se vio que se desarrollaba en un ciclo de forma cambiante. Los primeros tres estadios -somátide, espora y doble espora son perfectamente normales en organismos sanos, de hecho, son cruciales para su existencia. Más extraño todavía, con los años los somátides revelaron ser virtualmente indestructibles. Resistieron la exposición a temperaturas de 200 y más grados C. Han sobrevivido a la exposición de rems de radiación nuclear, mucho más de lo que se necesita para matar a cualquier cosa viva. Ningún tipo de ácido ha llegado a afectarlos. Extraídos de los residuos centrifugados, ha sido imposible cortarlos con un cuchillo de diamante. La inquietante implicación es que las minúsculas nuevas formas de vida son imperecederas. Cuando mueren sus hospedadores, como nosotros mismos lo somos, regresan a la tierra, donde perduran. Naessens descubrió también que si, y cuando, el sistema inmunitario de un animal o de un ser humano, se debilita o desestabiliza, el ciclo normal de tres etapas se convierte en uno de trece etapas más de sucesivo crecimiento para componer un total de dieciséis formas separadas, cada una de ellas evolucionando hasta la siguiente. Todas ellas han quedado reveladas al detalle con toda claridad en las imágenes en movimiento, y con la fotografía de fotograma a fotograma. A partir del estadio de doble espora, mencionado arriba como el tercer estadio del ciclo normal, se puede transformar en una forma bacteriana, que incluye las formas virales, luego en una forma doble bacteriana, luego en una forma de varilla, luego en una forma bacteriana con doble esporas, luego una forma bacteriana con doble esporas granuladas, y las siguientes  son formas microbianas globulares. 
-En el estadio, esta forma estalla abriéndose y convirtiéndose en una forma de levadura, luego en una forma ascospora,  siendo formas miceliales. Dentro de todo este ciclo se encuentran las bases de todos los gérmenes conocidos, habiendo emergido de un estadio anterior menos desarrollado, dadas las correctas circunstancias ambientales. En un entorno rico, limpio, la forma estallará liberando somátides al medio, mientras que las membranas externas permanecerán como talo fibroso (tejido cicatricial). Estos somátides resumirán el ciclo normal de tres estadios. En términos sencillos, el tejido enfermo desarrolla desde su interior un microorganismo que limpia la materia dañada corrupta, y desaparece una vez realizado el trabajo, dejando el tejido sano y limpio de nuevo. Son las mismas cualidades de vida que tenía antes de enfermar.  Ascospora es una espora (meiospora) contenida en un asca. Esta clase de espora es específica de los hongos clasificados como ascomycetes. El micelio es la masa de hifas que constituye el cuerpo vegetativo de un hongo. 
-Estudiando el ciclo, tal como se revela en la sangre de seres humanos que sufren de diversas enfermedades degenerativas, como artritis reumatoide, esclerosis múltiple, lupus, particularmente cáncer, y más recientemente SIDA, Naessens fue capaz de asociar el desarrollo de las formas del ciclo patológico de dieciséis estadios con todas esas enfermedades. Lo que es más importante, ha sido capaz de predecir el eventual inicio de tales enfermedades mucho antes de que apareciera cualquier signo clínico de las mismas. Y muy importante también, ha llegado a demostrar que tales sufrimientos tienen un principio funcional común, o base, y por tanto no deben ser considerados como fenómenos separados y sin relación, tal como durante tanto tiempo lo han hecho los círculos médicos ortodoxos. Naessens concluyó que el somátide es, ni más ni menos, lo que podría denominarse una concretización de la energía. Esta partícula, que se ha materializado en el proceso de la vida, posee propiedades genéticas transmisibles a los organismos vivientes, animales o vegetales, ya que en ausencia del ciclo normal de tres estadios no puede tener lugar ninguna división celular. Por qué? Porque es este ciclo normal el que produce una hormona de crecimiento especial que permite tal división. Los somátides son simplemente precursores del ADN. Y ahora algo nuevo! Naessens no sólo demostró el dictamen de que los gérmenes son un resultado, no la causa de la enfermedad, sino que también demostró que el ADN no es el independiente gobernante de la vida que las autoridades médicas habían representado. El ADN está construido por pedacitos que van antes que él, y específicamente esos pedacitos corresponden directamente al estado energético vibratorio del entorno. Hipócrates, y mucho antes que él, los hebreos y los egipcios, atribuían ya la mayor parte de los incidentes mórbidos a humores turbulentos. Con humores queremos decir los líquidos extra-celulares del organismo. Con la ciencia moderna ahora podemos demostrar la existencia de inhibidores en los alrededores de la célula que mantienen a la poderosa hormona especial del crecimiento bajo control, y detienen el ciclo somátide en el estadio tres (normal). 
-El primer estadio de una inminente enfermedad se presenta como un nivel disminuido de inhibidores que permiten a la evolución natural moverse hacia la aparición de diferentes formas de gérmenes crecidos del propio medio interno. Esta falta de inhibición ocurre cuando cualquier tipo de estrés se coloca sobre el sistema; cuanto más se prolongue, mayor y más tiempo durará el efecto. La enfermedad ahora prevalece. Entonces... Los gérmenes los fabrica tu cuerpo, en un esfuerzo por limpiar un medio interno desordenado. Una vez se ha logrado esto, desaparecerán de nuevo automáticamente. Demostrado en varias ocasiones durante estos últimos 150 años solamente, y todavía no aceptado en nuestro mundo. No seamos cínicos: no tiene nada en absoluto que ver con vacunas ni con sustancias que maten gérmenes, ni con los lucrativos negocios financieros de fabricarlas y venderlas; por no mencionar la alta consideración en la que todos esos inteligentes cerebros son tenidos, y los trabajos que ellos están manteniendo. Te sientes enfermo? Quieres saber qué hacer?. La respuesta es: haz limpieza! 
Dr. Patrick Quanten





Referencias: 
1. "Béchamp o Pasteur?", by E. Douglas Hume. 
2. "The Cancer Cure that worked", by Barry Lynes (Rife's saga). 
3. "The Life and Trials of Gaston Naessens", by Christopher Bird. 
4. "Rational Bacteriology", by J.R. Verner, C.W. Weiant and R.J. Watkins.

miércoles, 25 de marzo de 2020

LA GUERRA CONTRA LOS ENEMIGOS INVISIBLES. UN CUENTO CHINO



LA TEORÍA DE LA INFECCIÓN CONTRA EL NUEVO CONCEPTO DE MICROBIOMA



La teoría de la infección también denominada teoría microbiana de la enfermedad, nació en el último tercio del siglo XIX y fue como consecuencia de la aplicación de los primeros microscopios en medicina; con ellos se hicieron visibles unas formas de vida diminutas y hasta entonces invisibles: los microbios.
            Ese hallazgo dividió a la clase médica en dos grandes grupos: El primero de ellos lo formaron la mayoría de médicos de la época que pensaron que el microscopio no los había creado sino tan solo hecho visibles y que, por tanto, si los microbios estaban ahí, en nuestra piel, nuestra boca y nuestro intestino…sería por algo. Puesto que hasta la fecha habían pasado desapercibidos… quizá cumplían alguna misión que desconocíamos. En todo caso sería prudente esperar y observar. Este primer grupo de médicos dio muestras, con su actitud, de poseer virtudes propias del rigor científico: prudencia para afirmar novedades y paciente observación hasta recabar suficiente información para saber lo que realmente es aquello que se quiere conocer.
            El segundo grupo de médicos fue capitaneado por un industrial que no era médico, el conocido Louis Pasteur, y desde el primer avistamiento de los microbios afirmaron que producían enfermedades y que esos nuevos invitados eran peligrosos y que había que defenderse de ellos con productos industriales: antisépticos, sueros y vacunas.
            Era la primera vez que los veían con sus rudimentarios microscopios de apenas 20 ó 40 aumentos; no tenían experiencia previa, puesto que acababan de entrar en la escena científica y apenas habían avistado a unas pocas especies… sin embargo estas carencias de conocimiento no les impidió afirmar categóricamente que esos gérmenes recién vistos eran unos asesinos implacables. Este segundo grupo de médicos, desde luego, no dio muestras de prudencia científica, más bien, parecían tener apuro.
            Era el tiempo de la revolución industrial y, curiosamente, a la incipiente industria química y farmacéutica le pareció muy interesante la visión sobre los microbios que tenía este segundo grupo de médicos encabezados por el industrial francés Pasteur, puesto que si había que fabricar productos para defendernos de esos nuevos invitados significaba que el mercado era enorme. Esta gran simpatía entre la nueva teoría de la infección y el mundo industrial fue capital para que se instalara como teoría dominante y que su dominio se haya mantenido hasta el día de hoy.
            Así, en estos momentos, la inmensa mayoría, por no decir la casi totalidad de las personas, se trate de gente de a pie con una cultura media o de gente con títulos, carreras, másteres, especialidades y curriculums de altura, creen a pie juntillas que esa teoría es correcta. Es más, creen y confían en que en su día, sus defensores demostraron que era correcta como afirma cualquier enciclopedia, manual especializado o libro de texto escolar. Sin embargo, el lector debe saber que no es así en absoluto.


LOS PLAGIOS, FRAUDES
Y MENTIRAS DE PASTEUR

El mencionado industrial francés al que debemos la pasteurización plagió a su maestro Antoine Bechamp y a otros científicos alterando sus descubrimientos y tergiversándolos, se aprovechó del trabajo de sus colaboradores atribuyéndose el mérito de sus descubrimientos lo que, dicho sea de paso, le valió una pensión vitalicia del gobierno, y finalmente -como demuestran sus notas de laboratorio que quiso mantener ocultas- alteró resultados de sus experimentos para que encajaran con las ideas que quería defender: la culpabilidad de los microbios, idea que tampoco era suya, ya que cien años antes, en 1762, el Dr. M. A. Plenciz ya había publicado un libro titulado precisamente Teoría Microbiana de las Enfermedades Infecciosas.
            Habitualmente se alude a los famosos Postulados de Koch para afirmar que son la demostración de que la teoría de la infección es correcta. Pero los postulados no son propiamente una demostración, sino unos criterios que deberían servir para demostrar la culpabilidad de los microbios. De hecho sabemos que Koch cambió el primero y fundamental de los postulados que decía: "El microorganismo tiene que ser encontrado en abundancia en todos los organismos que sufren la enfermedad, pero no en organismos sanos". Las palabras finales fueron suprimidas ante la evidencia de que la inmensa mayoría de las personas sanas, como ya hemos explicado, tienen a las bacterias supuestamente responsables en su interior.
            Como ejemplo de que la teoría de la infección no se impuso tras un debate científico que estableciera su validez sino, como hemos apuntado, por intereses de la industria, citaremos dos declaraciones de principios del siglo XX suficientemente elocuentes: en el volumen 180 del 20 de marzo de 1909, la prestigiosa revista The Lancet, decía: "todos estos postulados raramente se cumplen, por no decir nunca... muchos organismos a los que se considera causantes de enfermedades se encuentran con frecuencia en personas sanas... por tanto no podemos confiar en los postulados de Koch como una prueba decisiva de causalidad".
            Por su parte, el Dr. M. L. Leverson, durante una conferencia en Londres el 25 de mayo de 1911, dijo estas palabras: "Toda la estructura de la teoría microbiana de la enfermedad descansa sobre asunciones las cuales, no solo no han sido probadas, sino que son imposibles de probar y muchas de ellas pueden ser contempladas como el reverso de la verdad".



UNA GUERRA CON “FUEGO AMIGO”.

            Entretanto, el primer grupo de médicos que hemos mencionado, el de los prudentes que no tenían apuro, comprobó unos años después y con microscopios de 400 y 600 aumentos que esos gérmenes que estaban siendo acusados de asesinos, en realidad, eran nuestros socios y vivían con y dentro de nosotros desde siempre. A partir de los años 70 se introdujeron en biología unos conceptos que no se conocían  en la primera mitad del siglo XX; estos nuevos conceptos fueron el de: ecosistema o hábitat natural y el de simbiosis de especies y el lector debe saber que, para muchos médicos y microbiólogos, los microbios que fueron identificados como causantes de enfermedades como la difteria, la meningitis, el cólera, la tuberculosis…  son gérmenes que poseemos todos los humanos en estado de salud y que, en realidad, nuestros gérmenes no son nuestros enemigos sino que son nuestros socios biológicos y conforman lo que se llama el microbioma humano. Nuestro cuerpo es su ecosistema y cumplen una serie de funciones digestivas, metabólicas, defensivas insustituibles, por lo que son nuestros apreciados simbiontes.
            Volveremos enseguida a estos descubrimientos, pero antes queremos explicar cuáles han sido las consecuencias que ha tenido para la población de occidente el dominio académico y mediático de la obsoleta y decimonónica teoría de la infección sobre la realidad del microbioma comprobada con mucho más tiempo y mejores medios.
            Hemos dicho que el primer grupo de médicos era mayoritario a finales del siglo XIX y principios del XX y eso protegió a la población de ser medicados con las primeras vacunas y productos antisépticos que eran tan tóxicos y peligrosos que todos, sin excepción fueron abandonados unos años después. Pero, después de la segunda guerra mundial, el predominio indiscutible de la teoría de la infección era total y, desde entonces (años 50 y 60) se procedió a la vacunación masiva de toda la población y al consumo también masivo de antibióticos.
            Las vacunas prometían tener la capacidad de mejorar nuestro sistema inmunitario y hacerlo más eficiente frente al ataque de los gérmenes; y los antibióticos habían demostrado que mataban a los gérmenes porque les impedían la síntesis de proteínas necesarias en su metabolismo de membrana. En los años 90 se supo que tenían esa acción letal sobre los gérmenes porque afectaba el ADN de éstos y distorsionaban su mensaje genético.
            Hay que decir que los antibióticos serían una medicación antibacteriana ideal, para los que creen que nuestros gérmenes son agresivos, si en realidad ejercieran su acción tóxica sólo y exclusivamente sobre el grupo de bacterias que se cree que son la causa de la enfermedad y sobre la zona o el órgano del cuerpo que se cree infectado; por ejemplo si ante un diente infectado o una herida en un determinado sitio… el antibiótico sólo actuara sobre esas bacterias y esa zona aislada del organismo… pero eso no es así ni remotamente. Resulta que la acción tóxica del antibiótico no es selectiva en absoluto y ataca igualmente el ADN nuclear y al ARN mitocondrial de las bacterias y de todas las células de nuestro organismo, provocando los mismos estragos. No es posible, hasta la fecha, separar el ataque sobre las bacterias del ataque sobre nuestras células.


LOS EFECTOS COLATERALES
DEL BOMBARDEO INDISCRIMINADO.

Como la visión paranoica de la infección ha sido dominante y excluyente desde los años 60 del siglo pasado, como consecuencia, toda la población ha sido sometida a múltiples vacunaciones con la intención o, podríamos decir, la promesa prematura de que con esa práctica se iba a mejorar el sistema inmunitario de las nuevas generaciones que, por ello, se iban a convertir en los primeros humanos cobayos que se iban a someter a una nueva experiencia que no conocían sus antepasados.
            Pasaron unos pocos años y a finales de los años 70 empezaron a aparecer unas enfermedades nuevas y desconocidas: Enfermedad de Crohn, esclerosis múltiple, colitis ulcerosa, intolerancias alimentarias, dermatitis, alergias variadas…  que se hicieron cada vez más frecuentes y afectaban exclusivamente a la joven generación de cobayas humanas que se habían sometido al experimento de mejorar su sistema inmunitario mediante las vacunas.
            Pero lo que más sorprendió a los patólogos de los años 70 fue descubrir que esas nuevas enfermedades estaban siendo producidas por el propio sistema inmunitario de esos individuos a los que se había vacunado múltiples veces con la intención de mejorar ese mismo sistema inmunitario. Lo tuvieron tan claro que las llamaron enfermedades autoinmunes porque vieron claramente que el sistema inmunitario de estos enfermos, de repente, se había vuelto traidor y en vez de defender al organismo como había hecho siempre, por alguna razón, identificaba a los propios órganos y sistemas como alienígenas y los atacaba con todo su potencial.
            Esas enfermedades empezaron a aparecer en la década de los 70 y han ido aumentando en frecuencia de una manera exponencial, hasta tal punto que las enfermedades autoinmunes afectan casi a la mitad de la población en la primera década del tercer milenio.
El sistema sanitario y docente oficial niega, rotundamente, cualquier relación entre el hecho de haber manipulado masivamente el sistema inmunitario por primera vez en la historia… y la aparición, por primera vez en la historia, de una enorme cantidad y variedad de enfermedades autoinmunes… pero… ¿qué opina el lector?
            Las nuevas generaciones de ciudadanos cobayo no solo padecen de enfermedades autoinmunes, sino que se ha detectado también una situación totalmente novedosa a la vez que demoledora que nosotros achacamos a la acción de los antibióticos. Sabemos que estas sustancias matan bacterias y paralizan su reproducción porque afectan a su ADN y sabemos que no hay forma de impedir que afecten también al ADN de nuestras propias células; como consecuencia de este ataque continuado al ADN de las nuevas generaciones se han producido dos fenómenos graves: la infertilidad de los jóvenes cobayos; según los informes del Banco Mundial, la fertilidad ha disminuido en el mundo un 50% en los últimos cincuenta años; y la aparición masiva de las denominadas enfermedades raras que son un grupo de nuevas enfermedades que se caracterizan por su atrocidad, puesto que como son consecuencia de alteraciones del ADN y ARN, los niños descendientes de padres cuyos genes están distorsionados nacen con malformaciones en órganos y sistemas. En la actualidad hay controlados 27 millones de casos en Europa, otro tanto en Estados Unidos y 42 millones en Iberoamérica, es decir unos cien millones de personas entre Europa y América; nunca hubo una epidemia de tal magnitud ni ferocidad.


LOS ÚLTIMOS DESCUBRIMIENTOS DE LA BIOLOGÍA
DAN LA RAZÓN A LOS MÉDICOS TRADICIONALES

Hemos dicho que las primeras vacunas despertaron la desconfianza de los médicos tradicionales y naturales que entendían que los problemas de salud respondían a condiciones de vida individuales y no a supuestas invasiones que provocaran enfermedades en serie para ser combatidas con productos también fabricados en serie. Pues bien, como ya hemos apuntado, las más recientes investigaciones en biología están dando la razón a esos médicos que trataban enfermos y no enfermedades y poniendo en evidencia la guerra autodestructiva contra los microbios.
            De hecho, uno de los descubrimientos claves se produjo a mediados del siglo XX y poco a poco va ganándose el respeto de más y más profesionales y académicos: nuestras células son el resultado de la fusión de diferentes microorganismos que continúan viviendo en simbiosis, de modo que nuestro ADN integra la información genética de bacterias y virus, y en nuestras células continúan viviendo antiguas bacterias que posibilitaron la obtención de energía a partir del oxígeno: las mitocondrias celulares, que tienen su propio ADN y que son tan sensibles a los antibióticos como cualquier otra bacteria de nuestro microbioma.
            La primera descripción del microbioma -que incluye bacterias, arqueas, levaduras, eucariotas unicelulares, helmintos, hongos y virus- ya le valió un Premio Nobel al microbiólogo Joshua Lederberg en 1958. Ahora, sesenta años después, sabemos que la madre trasmite poblaciones de microbios al feto durante su estancia en el útero -se han encontrado bacterias en la placenta, en el cordón umbilical, en el líquido amniótico, en membranas fetales y en el meconio- sumándose posteriormente otras durante el parto vaginal y, una vez nacido el bebé, mediante el contacto piel con piel y a través del calostro y la leche materna que contienen 700 especies bacterianas, cuya función es aún desconocida pero que muy probablemente tendrán relación con los mecanismos de equilibrio y convivencia que caracterizan la simbiosis.
           




¿TENEMOS UN EJÉRCITO DEFENSIVO O
UN SISTEMA REGULADOR DE LA SIMBIOSIS?

La teoría de la infección planteaba una visión belicista de salud, como si las enfermedades fueran invasiones que llegan del exterior y nada tienen que ver con nuestros hábitos de vida o nuestra alimentación o el estado de pureza del aire que respiramos, sino con ejércitos invasores. Esa visión trasnochada y un poco paranóica se complementaba con otro elemento imprescindible en cualquier enfrentamiento bélico: un ejército defensivo encargado de luchar contra los microbios y que podría entrenarse para ello mediante la administración de vacunas, que serían una imitación debilitada del enemigo para conocerlo y aprender a neutralizarlo.
            La pregunta que nos hacemos ahora es si es real ese ejército, si realmente hay que interpretar el llamado "sistema inmunitario" de ese modo y si es cierto que su función principal sea luchar contra los microbios. Así es como se interpreta desde una lógica belicista, pero si se aplica la lógica de la cooperación en lugar de la lógica del enfrentamiento, entonces no puede por menos que sonar contradictorio que la naturaleza nos haya dotado de una multitud de pequeños colaboradores que cumplen funciones a veces tan cruciales como regular el crecimiento del feto, y al mismo tiempo pusiera ahí, a su lado, un ejército para exterminarlos.           
            Hagamos un esfuerzo para mirar sin prejuicios. Según los cálculos más recientes, nuestro organismo tiene por término medio unos 37 billones de células, un uno por ciento de las cuales muere cada día y debe ser repuesto. Partes de estas células son aprovechables, es decir, reciclables, pero el resto, al igual que los productos de desecho del metabolismo es literalmente basura que hay que eliminar: el reciclaje y la eliminación de la basura son tareas fundamentales para la salud medioambiental en un pueblo y en un organismo, que es un ecosistema a pequeña escala.
            ¿Quién hace esa tarea? ¿Quiénes son los basureros del cuerpo? Una vez más, las recientes investigaciones van dando la razón a las medicinas tradicionales y naturales. Tanto la tarea fundamental de limpieza como otras relacionadas con la producción de energía o la regulación de la convivencia las lleva a cabo un sistema desarrollado como fruto de la interacción con el entorno durante miles de millones de años que se denominó "sistema inmunitario" desde el paradigma belicista pero que con los conocimientos actuales podríamos denominar a partir de sus funciones "sistema de reciclaje y limpieza", o mejor aún "sistema de regulación de la simbiosis" ya que la finalidad última de todas las tareas que cumple es la buena convivencia.
            En los límites de un artículo no podemos explicar en detalle la compleja estructura de este sistema y las funciones que realiza en colaboración con numerosos órganos y tejidos. La idea clave que queremos trasladar es que no se trata de un ejército que luche contra los microbios que nos invaden, sino que cumple diversas tareas para mantener el equilibrio interno y la simbiosis con nuestros microbios.
            Aún no conocemos con precisión cuando comienza y cuánto dura el desarrollo de ese sistema y de sus conexiones con el resto del organismo así como de las interacciones con bacterias y otros microorganismos del microbioma. La neurología, la psicología, la neonatología, la endocrinología, la bioquímica y otras disciplinas van añadiendo poco a poco elementos a un proceso estimado en torno a los dos años, lo que supone que una gran parte de las vacunas se administran en el momento en que se está desarrollando ese delicado y complejo proceso de maduración, lo que con toda probabilidad debe jugar un papel en las llamadas "reacciones adversas" pero también en todos los nuevos problemas de salud y enfermedades que ya hemos mencionado.
            En definitiva, nuestras investigaciones nos llevan a concluir que las vacunas no tienen sentido biológico, es decir, no se corresponden con la lógica de los procesos vitales, y no tienen base teórica demostrada. Como consecuencia de todo ello, dudamos profundamente que hayan podido erradicar enfermedades o proteger contra ellas; más bien creemos que sucede lo contrario: son peligrosas para la salud y la vida, y responsables con toda probabilidad de una multitud de nuevas enfermedades graves, crónicas y degenerativas.

            Los argumentos que hemos expuesto en este artículo nos parece que refuerzan la legitimidad de la lucha que en estos momentos está llevando a cabo la ciudadanía en Italia y que muy probablemente se extenderá a otros países ya que, a la vista de los daños que han causado ya las vacunas y del enorme peligro que suponen de cara al futuro, es más importante que nunca buscar información crítica, difundirla al máximo y oponerse firmemente a las leyes y decretos que pretenden impedir nuestro derecho a decidir.


El Dr. Enric Costa (Gandía, 1955) es licenciado en medicina y cirugía y ejerce desde hace 38 años como médico de familia desde un perspectiva holística. En 2016 escribimos y publicamos conjuntamente el libro Vacunas: una reflexión crítica, publicado por iEdiciones en castellano y por Llibres de l'Index en catalán.


Artículo publicado inicialmente en el número 62 de la revista Scienza e Conoscenza, en septiembre de 2017.

EL FRAUDE DE LA TEORÍA MICROBIANA



Pasteur versus Béchamp. 

Diez mil mentiras pueden ocultar una verdad





Cuando una mentira puede crear billones de dólares y es enseñada a cada siguiente generación como un hecho, es un asunto bastante serio; es más, es un acto revolucionario confrontarla.

Incluso la peor mentira puede vestirse con un manto de respetabilidad si no ha sido públicamente expuesta por un tiempo considerable.

Hubo un tiempo en el que Pasteur no gozó del respeto divino concedido a él hoy, y en vez de eso, se le consideró un fracaso en casi todos sus experimentos, causando muerte e inmensas pérdidas financieras a aquellos que siguieron sus creencias.
Actualmente, la teoría de los gérmenes de la enfermedad, incluyendo la vacunación y la intervención farmacéutica, ha sobrevivido para convertirse en la base de la industria de las enfermedades.

Es interesante notar que hubiéramos heredado un mundo muy diferente, si aquellos que estaban a favor de Béchamp hubieran podido ofrecer algo rentable al entonces emergente negocio con la enfermedad. En vez de eso ellos decían:
«Es la salud de la célula lo que es importante, no los gérmenes».

Hoy, los gérmenes son importantes y la salud de la célula es tan poco importante, que ninguna universidad está dedicada a eso, mientras que se están invirtiendo billones para aprender todo acerca de los gérmenes y en esto tenemos éxito; sin embargo, ni siquiera sabemos cómo describir la salud, excepto como la ausencia de la enfermedad. Un mundo verdaderamente confuso, que se mantiene deliberadamente de esa forma.


Los gérmenes causan enfermedades

Podríamos haber evitado epidemias modernas de enfermedades innecesarias, como cáncer, diabetes, enfermedades cardíacas, si tan sólo la civilización hubiese seguido a Bechamp en vez de a Pasteur.

El trabajo del biólogo francés Antoine Béchamp (1816-1908) demostró que la enfermedad causa gérmenes;
Louis Pasteur, contemporáneo de Béchamp (y su ex-alumno), anunció que sus estudios probaron que los gérmenes causan enfermedad.

Un hombre ha sido olvidado por la historia; el otro se considera el padre de la medicina moderna.

El trabajo de Pasteur, al contrario del realizado por su profesor, encantó a la emergente industria de los fármacos.

“Si los gérmenes son atacantes externos que invaden el cuerpo, entonces podemos desarrollar y comercializar un arsenal sin fin de armas con las cuales matarlos. Pero, si el daño o desequilibrio con el cuerpo origina gérmenes, entonces nosotros simplemente debemos restablecer el equilibrio para quitar las condiciones de las cuales se alimentan los gérmenes”.

En vez de introducir veneno, necesitaríamos introducir solamente los elementos naturales faltantes.

La teoría de los gérmenes de la enfermedad de Pasteur, dio a luz la era farmacológica.

Si la medicina hubiera adoptado la teoría de la enfermedad de gérmenes de Béchamp, y el trabajo subsiguiente de los doctores Brewer, Warburg, Pauling y otros, sería de conocimiento común que los síntomas de la enfermedad se previenen o invierten mediante la nutrición a nivel celular

Hoy en día, miles de investigadores y médicos saben que fuimos engañados, pero el resultado final ha sido tan catastrófico que hasta el concepto mismo de verdad, ha sido dañado momentáneamente mientras recorremos los siglos XX y XXI.

Hombres de aparente rectitud moral, tienen temor de admitir que ninguna cantidad de toxicidad puede sanar, y en vez de eso, siguen un credo que saben es errado.

Parece ser que hace un buen tiempo, cometimos el más increíble de los errores y y hombres conocedores y sofisticados morirían antes de admitir que han sido tontos y no reconocieron lo obvio.
Ahora en el siglo XXI, un público iluminado y unos pocos investigadores valientes se atreven a liderar la exposición de un imperio mafioso, tan corrupto que ni siquiera le importa que todos hayamos descubierto la verdad.

Pero el imperio fármaco-alópata ya está en un avanzado estado de daño irreparable, ocasionado por varias generaciones de ignorancia, revestida de arrogancia.

No existen señales de un deseo genuino de reforma, y aquellos pocos que tratan de practicar la curación verdadera, son atacados viciosamente por sus propios pares. Hoy en día, es realmente un infierno tratar de practicar la curación real, ya que si usted no utiliza los venenos más tóxicos para aplicarlos donde es imposible que puedan curar, y a cambio usa un método alternativo natural, los otros médicos y la industria de los fármacos lo etiquetan de «charlatán».


Pasteur vs Béchamp

¿Será posible que una sociedad aparentemente avanzada pueda estar viviendo en un estado de total engaño, siempre tratando de lograr algo que está condenado al fracaso, simplemente porque no sabemos suficiente acerca de nosotros mismos como para tomar las decisiones correctas?

¿Será que aún viviendo en el siglo XXI, la industria moderna de la enfermedad entera descanse sobre una de las mayores mentiras del mundo? Los gérmenes causan enfermedad.


Antoine Béchamp (1816-1908)

El biólogo francés demostró precisamente lo contrario: la enfermedad causa gérmenes.

Probó que «todas las materias orgánicas naturales (materias que vivieron alguna vez), protegidas absolutamente contra los gérmenes atmosféricos, invariable y espontáneamente se alteran y fermentan, porque ellas necesaria e intrínsecamente, contienen dentro de sí mismas los agentes de su espontánea alteración, digestión, disolución».

Bechamp pudo probar que todas las células del animal y de la planta, contienen estas partículas minúsculas, las cuales continúan viviendo después de la muerte del organismo y a partir de ellas, se desarrollan microorganismos. En su investigación, Bechamp fundó las bases para la comprensión del pleomorfismo (la habilidad de los organismos de cambiar).

Siempre que hay alguna cosa en la naturaleza que se está muriendo, comenzando a decaer, algo aparece y se lo come, puesto que sus partículas se convierten en microbios que salen de las células del tejido fino para limpiar cualquier toxina o materia en descomposición que se encuentra en el cuerpo. Para eso están los microbios (gérmenes). Son el resultado, no la causa de la enfermedad.

Las partículas más pequeñas

Mientras que una muestra de sangre, puesta en una placa de vidrio para observación microscópica (platina) envejece en uno o dos días, los pequeños organismos literalmente pueden verse moviéndose mientras salen de las células de la sangre, organismos que cambian a formas más degeneradas y más patológicas mientras avanza el proceso.

Cuando el proceso de la descomposición o de la putrefacción termina, cuando no hay nada más que los recién formados virus, bacterias y hongos puedan comer, se destruyen, desaparecen, y vuelven a la forma que tenían. Se les puede observar haciendo esto a través del microscopio a x100 o más.

“Mientras que los microsomas de las bacterias destruidas también viven, lo que sigue es que estos microsomas son el final vivo de toda la organización celular que a su vez, se convierten en todas las cosas vivas, seres, órganos, todo. Son el fin y el principio de toda la vida física. Todas las células, órganos, todas las formas vivas se construyen a partir de estos pequeños cuerpos.”


Antoine Béchamp

Cuando usted rompe un elemento en pedazos más y más pequeños, termina con un átomo de ese elemento. Cuando usted rompe la materia orgánica, la vida física, en pedazos más y más pequeños, termina con esta partícula, no importando la forma de materia orgánica viva con la que comenzó.

Los resultados del profesor Bechamp fueron enterrados, ignorados y alejados de las generaciones siguientes de estudiantes, que hoy en día ni siquiera saben que Béchamp era el científico superior que trabajaba con paciencia y orden en el laboratorio, mientras que Pasteur recibía los elogios por un trabajo que fue plagiado, y a menudo alterado, de la forma más anticientífica. Esto se descubrió cuando en 1901 sus notas finalmente fueron hechas públicas para que la gente las leyera.

Hoy hemos descubierto todo esto, pero una industria construida en base a Pasteur, no va a ceder terreno. En vez de eso, debemos trabajar en dos esferas diferentes.

Lo que descubrió Béchamp fue que las células de nuestro cuerpo no son atacadas por gérmenes externos portadores de enfermedades, como sugiere la teoría de Pasteur, sino que nuestras células se deterioran, degeneran y dañan por el estrés de la vida diaria o por toxinas introducidas (físicas o químicas) y se degeneran hasta un punto en que se debilitan, envenenan o enferman.

Bajo esta condición, aumenta su acidez, lo que destruye su propio tejido degenerativo, mediante el uso de lo que él llamó microsomas, siempre presentes en la célula.

Básicamente, Béchamp descubrió que la célula se autodestruye si se contamina o degenera. Pasteur dijo que los gérmenes externos entran al cuerpo y destruyen las células.

La teoría de Béchamp dice que si mantenemos la célula sana y fuerte, ésta se desempeñará bien, pero si no, esto permitirá que los pequeños microsomas, que reaccionan a las condiciones pobres de acidez de la célula, la fermenten o se la coman.

La teoría de Pasteur dice que sin importar si la célula es saludable o no, los gérmenes externos ingresan y causan la muerte o la contaminación de ésta. Esto fue aceptado inmediatamente como explicación para todas las enfermedades, y así crecieron las industrias gigantescas que conocemos hoy como drogas, medicamentos y vacunas.

Junto con ellas, evolucionó la teoría de deshacerse de los síntomas, cortándolos, quemándolos con radiación o calor, y envenenándolos con sustancias tóxicas. Hoy esos métodos parecen haber alcanzado el máximo de lo que pueden ser aplicados y todavía siguen apareciendo las enfermedades que se supone nos traen los gérmenes, como si no se les estuviera tratando en lo absoluto.

Esto ha originado mucha investigación en nuestros tiempos debido a que se hace cada vez más obvio que utilizamos teorías erradas en la medicina actual. El descubrimiento más importante que la ciencia (hoy en día) ha hecho, es que las toxinas no curan.

Parece ser que mientras más envenenamos nuestras células con curas químicas y contaminantes, más nos enfermamos. Muchos investigadores han vuelto a los descubrimientos de Béchamp y después de leer sus informes, descubrimos que conocíamos la solución, pero ésta había sido ocultada muy astutamente para que la industria de la enfermedad pudiera florecer, basada en la destrucción de los microbios sospechosos de causar enfermedad.

Sin embargo, las células no pueden resistir la enfermedad si se permite que se debiliten o envenenen. El método actual de tratar la enfermedad, es ignorar las necesidades biológicas o nutritivas de las células y al mismo tiempo, atacarlas con sustancias tóxicas, con la esperanza de que los gérmenes mueran y la célula viva.

Una célula con deficiencia de nutrientes es envenenada al mismo tiempo. Este es un procedimiento estándar.

El profesor Pierre Jacques Antoine Béchamp era médico, profesor de química y farmacia, y uno de los investigadores líderes del siglo XIX, el mismo período de Pasteur.
Béchamp condujo experimentos que encontraron que la bacteria crece dentro del cuerpo como formas evolucionarías de granulación pequeñísimas que viven dentro de las células de todas las formas vivientes.

Llamó a éstas microsomas y creyó que podían encontrarse en todo tejido vivo sano. Estos microsomas son fisiológica y químicamente activos, y son los constructores de nuestras células, además de ser agentes de descomposición después de la muerte de una célula en nuestros tejidos u órganos.

Béchamp descubrió que los microsomas se desarrollaban a bacterias, cuando los tejidos del cuerpo estaban envenenados, dañados o imposibilitados de funcionar. De su investigación se desprende su declaración de que la bacteria es un producto de la enfermedad, no su causa.

La gente se enferma porque sus células están comprometidas, lo que las desequilibra y las hace susceptibles al crecimiento de la bacteria desde dentro, en lugar de ser invadidas desde el exterior, de acuerdo a lo que expresó Pasteur. Su filosofía se basó en la prevención de una invasión de bacterias desde el exterior del organismo, mientras que Bechamp se basaba en la prevención del crecimiento de las bacterias desde dentro del organismo.

Con el tiempo, hemos descubierto quién tenía la razón, pero una industria construida únicamente sobre sustancias tóxicas, que requiere una fortuna para permanecer viable, no va a cambiar o sacar sus garras de la billetera más grande del mundo.

El método de Béchamp nos habría permitido desarrollar la salud de la célula.

Pasteur nos ha permitido desarrollar todo tipo de toxinas para atacar los gérmenes invasores.

Las células sanas no necesitan ser protegidas por las toxinas.

Las toxinas ocasionan que las células sanas se enfermen, y como descubrió Bechamp, ellas se autodestruyen cuando ya no pueden funcionar.

Si volviese a vivir, dedicaría mi vida a probar que los gérmenes buscan su hábitat natural, tejido enfermo, en vez de ser la causa de la enfermedad del tejido; al igual que los zancudos buscan el agua estancada, pero no son los causantes de los charcos estancados.”
Rudolph Virchaw, padre de la patología

Incluso los grandes científicos de nuestro tiempo pudieron, en algún minuto de sus carreras, admitir que la medicina moderna ha sido llevada de paseo.

Pasteur, admitió al morir que:
Los gérmenes no son nada y el tejido en el que crecen , lo es todo”.

Las mentiras son un equipaje pesado cuando nos enfrentamos a la muerte, y el dinero ya no es más una motivación. Tampoco es un consuelo cuando se hace una sumatoria del sentido de nuestras vidas.

¿Cuáles son las diferencias básicas entre Pasteur y Béchamp?

---- Teoría de los Gérmenes – Pasteur
(tal cual se le enseña a los estudiantes modernos)

La enfermedad surge de microorganismos fuera del cuerpo
Por lo general, debemos resguardarnos de los microorganismos
La función de los microorganismos es constante.
Las formas y colores de los microorganismos son constantes
Cada enfermedad se asocia a un microorganismo en particular
Los microorganismos son los agentes causantes primarios
La enfermedad puede atacar a cualquiera
Para prevenir la enfermedad debemos matar a los microorganismos

------Teoría celular – Béchamp
(como se le enseñó a Pasteur y a otros durante esta era)

Las enfermedades surgen a partir de microorganismos dentro de las células del cuerpo
Estos microorganismos intracelulares normalmente funcionan para construir y ayudar en los procesos metabólicos del cuerpo
La función de estos organismos cambia para ayudar en los procesos catabólicos (desintegración) del organismo anfitrión cuando éste muere o es dañado, que puede ser tanto químico como mecánico
Los microorganismos cambian sus colores y formas para reflejar al medio
Cada enfermedad se asocia con una condición particular
Los microorganismos llegan a ser ‘patógenos’ mientras que la salud del organismo del anfitrión se deteriora. Por lo tanto, la condición del organismo anfitrión es el agente primario
La enfermedad se construye a partir de condiciones no saludables dentro de la célula
Para prevenir la enfermedad debemos crear salud

www.ronaldmodra.orgfree.com
Fuente: http://materialdenmg.com/pasteur-vs-bechamp/

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